La mujer y el consumo de drogas
Es innegable que, tanto para las mujeres como para los hombres, existen en la sociedad estereotipos que, de una u otra forma, se va inculcando e imponiendo como ejemplo de comportamiento y pensamiento. De más está decir que, estos modelos o ideales, son diferentes para un chico que, para una chica, dejando entrever grandes asimetrías en normas y valores de comportamiento que terminan por generar una desigualdad en muchos sentidos en la posición y situación que la mujer ocupa en la sociedad.
Las mujeres entre otras cosas, históricamente, han sido educadas para dedicar sus vidas y energías a otros, ya sea como madre, como esposa, como hija. Cualquiera de los roles que les han sido asignados incluyen el estar cuidando y poniendo su trabajo al servicio de los demás, antes que preocuparse de sus propias necesidades. Los padres cuando envejecen todavía en muchos casos, parece que deben ser cuidados por una hija mujer, la esposa debe cuidar a su marido, la madre debe cuidar a los hijos y así en un sin número de circunstancias, inculcándose también sentimientos de culpa, vacío y vulnerabilidad cuando se rechaza este papel. La mujer, por tanto, parece que debe de postergar su voluntad por la de los demás.
Sumado a esto durante el siglo XX la mujer entró de lleno en el mundo laboral, que le había sido vetado por muchísimo tiempo. Con este hecho pasó a ser un nuevo grupo de consumo siendo contemplada como un objetivo más desde el mundo publicitario y transformándose en una parte importante del mercado, ya no solo comprando artículos relacionados con el hogar y su “responsabilidad familiar” (comida, electrodomésticos, ropa) sino también, mercancías relacionadas con el ocio, el entretenimiento, el lujo y tantos otros productos que durante mucho tiempo le fueron negados. Sin embargo, estos cambios en la vida de las mujeres no han significado grandes variaciones en el rol de género para los hombres que, en muchos casos, han mantenido su desatención en asuntos domésticos y familiares, lo que ha generado que la mujer duplique o triplique sus responsabilidades, pues si antes tenía que cuidar y criar a los hijos, llevar la casa entre otras cosas, ahora aparte de todo eso, en muchos casos, trabaja 8 horas diarias, sintiendo (con justa razón) que sus niveles de exigencia son desproporcionados e injustos, lo que termina causando problemas en su salud mental y física.
La mujer y las drogas
El rol de género es, por lo tanto, un factor condicionante en muchos aspectos de la vida de las mujeres y no es diferente en el consumo de drogas, donde desde esta perspectiva es posible entender con mayor claridad las conductas y patrones de consumo, así como también, de qué manera repercute esto en su vida y salud.
Con los cambios que han ido ocurriendo en el espacio que la mujer ocupa en la sociedad y, a causa de diversas motivos, las mujeres han ido incorporando actividades y/o conductas que anteriormente estaban exclusivamente asociadas a lo masculino, entendiendo esto como el concepto de masculinidad hegemónica que se ha establecido durante la historia de la humanidad.
Es así como se ha normalizado por parte de la mujer el consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias legales e ilegales.
Frente a este asunto, los roles de género siguen evidenciando su presencia y disparidad, pues este tipo de comportamiento es más enjuiciado y penalizado en mujeres que hombres, ya que al asumir estas conductas, la mujer renuncia a cumplir con los cánones del “ideal de mujer” que se espera de ella, abandonando la feminidad tradicional, lo que históricamente ha sido considerado como un acto de rebeldía, y en muchos caso de desequilibrio mental.
Si tomamos como ejemplo el consumo de alcohol de la mujer (sea este controlado o no), podremos observar que la estigmatización constante y desproporcionada de esta conducta, aumenta los sentimientos de culpa, vergüenza y frustración en ellas lo que explica por qué los hombres beben más en un contexto social y grupal sin ser especialmente juzgados por ello y las mujeres lo hacen más a solas, escondidas, evitando así que sean enjuiciadas por sus actos.
Las drogas más comunes
En el imaginario social el concepto drogas ha sido asociado mayoritariamente a lo masculino más que a lo femenino aunque la realidad, especialmente en la etapa universitaria, esté muy alejada de esa presunción.
Las mujeres presentan más altos porcentajes de consumo que los hombres en algunas sustancias, en su mayoría legales, ya sea tabaco, alcohol o somníferos y tranquilizantes, también conocidos como hipnosedantes.
La droga más extendida en la población de entre 15 y 64 años es el alcohol que ha sido probado por la gran mayoría por lo menos 1 vez en la vida. La mayor diferencia entre los porcentajes de consumo entre hombre y mujeres es en la cannabis en la que hay 17 puntos de distancia. Hombres 43,6% y mujeres 26,8%.
Otra marcada diferencia ocurre en el consumo de tabaco, un 74,8% de los hombres declara haberlo probado por lo menos una vez en la vida frente a un 64,5% de las mujeres, marcando 10 puntos de diferencia, tendencia que, según los estudios de las últimas décadas, se ha mantenido durante bastantes años.
En cuanto a la cocaína, una de las drogas ilegales más extendidas en la población los hombres presentan un mayor porcentaje de consumidores que las mujeres, 14,6% y 5,9% respectivamente.
La edad promedio en que se inicia el consumo de tabaco, alcohol y cannabis es más temprana en hombre que en mujeres.
Algunas de estas diferencias en el consumo pueden estar condicionadas por los roles de géneros asignados tanto a hombre como mujeres, siendo particularmente llamativo en este sentido que las mujeres consideren más peligroso y dañino para la salud el uso esporádico o constante de este tipo de sustancias.
Los hipnosedantes, el alcohol y otras drogas
El 25,6 % de las mujeres ha reconocido haber probado alguna vez hipnosedantes llegando a establecer una diferencia de 10 puntos con los hombres, en cuyo caso, solo un 15,9% reconoce haberlos consumido. En el empleo de estas drogas, utilizadas comúnmente para relajar o bajar la ansiedad es donde se presenta la mayor diferencia en comparación con los hombres, llegando las mujeres en algunos rangos etarios a doblar su porcentaje por sobre ellos. Una de las particularidades que presenta esta droga es que puede ser recetada por un especialista de la salud, lo que elimina el factor estigmatizante, relacionando su consumo con una preocupación responsable por la salud personal, lo que es especialmente importante cuando existe socialmente un mandato de género, un rol o estereotipo que debe cumplirse para encajar dentro de lo correcto, ya sea, una buena madre, buena esposa, buena hija etc.
Por otra parte, se considera el consumo de hipnosedantes como una muy utilizada solución farmacológica que entregan los diferentes servicios médicos ya sean públicos o privados a las mujeres cuando estas presentan molestias o problemáticas en su salud mental, prefiriendo estos medicamentos antes que otras respuestas que involucran cambios en la vida personal, y en cómo se desarrollan y establecen sus relaciones, descartando así tratamientos más globales que incluyan otras técnicas terapéuticas.
El consumo de alcohol está muy marcado por las etapas de crecimiento, si bien entre los 15 y 25 años, un porcentaje no menor de personas experimenta borracheras esporádicas, este tipo de conductas van disminuyendo considerablemente con el pasar de los años, siendo de alguna forma parte de un proceso específico del crecimiento y maduración.
Cuando estas conductas de consumo de drogas se extienden y repiten con consecuencias dañinas, generalmente, existen o han existido factores del entorno que influyen para que esto sea así.
En el caso de las mujeres podemos mencionar:
Familia y entorno social
La familia es la primera y más importante estructura educativa de una persona dejando importantes marcas en el proceso de razonamiento y funcionamiento ya sea por contradicción o imitación.
Cuando una mujer u hombre crece viendo a un integrante de su familia consumir en forma excesiva alcohol u otra sustancia, es muy frecuente que esta persona repita este tipo de patrón en su vida juvenil o adulta.
Estrés
La multiplicidad de tareas y responsabilidades que asume la mujer hoy como: el trabajo, la mantención de la casa, la crianza de los hijos y los asuntos familiares generan grados de cansancio y estrés muy altos, que facilitan y promueven el consumo paliativo de tranquilizantes y drogas hipnóticas.
Al mismo tiempo, las diferentes emociones de ansiedad, tensión y agobio que experimentan las mujeres al estar sumergidas en una rutina diaria tan exigente y sin pausa provocan sentimientos de frustración e inseguridad, lo que muchas veces induce a buscar formas de evasión a estos estados a través del alcohol, una droga legal y presente en cualquier hogar.
El consumo de tabaco y los tranquilizantes son utilizados muy frecuentemente para aliviar la ansiedad y nerviosismo presentes en la vida cotidiana.
Otro generador importante de estrés para las mujeres es el ámbito laboral donde diferentes factores como la precariedad y la incertidumbre acerca de futuro facilitan la aparición de estas emociones. También la sobreexigencia, el acoso y el bloqueo profesional provocan altos grados de frustración, insatisfacción y estrés lo que puede llegar a provocar el inicio del consumo de alguna sustancia estimulante como anfetaminas o cocaína para mejorar el rendimiento, o alcohol, cannabis o hipnosedantes a modo de escape y evasión.
Familia
Dentro de todos estos escenarios en que la mujer experimenta los condicionantes de su rol de género y los factores que influyen en él, también encontramos su papel de madre, de esposa e hija, donde sus “obligaciones y exigencias” vienen constituidas y definidas por el solo hecho de ser mujer, lo que genera muy diferentes reacciones y respuestas.
La presión social de ser una “madre, hija, esposa” perfecta son brutales y acarrean variadas problemáticas a la salud mental y emocional de las mujeres, las cuales, muchas veces utilizan las drogas antes mencionadas como una forma de escapar a la realidad o de negarla, cambiándola momentáneamente.
La frustración y la imposibilidad de cumplir con los cánones y lo que se espera de ellas es una fuente de estrés y ansiedad incesante para muchas mujeres, que ven que ninguno de sus esfuerzos son valorados ni reconocidos. Esto termina fomentando la presencia de un estado emocional fatigado y frágil, el cual no puede ser reconocido abiertamente, ni aceptado así, pues las mujeres deben ser fuertes, aguantar todo y siempre con una sonrisa en la cara.
No es raro pensar que, en un contexto tan demandante, el alcohol y otras sustancias sean utilizados como válvulas de escape, de la frustración, el estrés y el cansancio.
Como reconocer un problema
Algunas señales a las que debes estar atenta:
- Siempre aceptar que se tiene un problema con el abuso de drogas es el primer paso para poder empezar una recuperación.
- Una de las primera señales es creer que se puede controlar el uso pero en la práctica no está siendo así.
- Invertir más recursos (dinero, tiempo energía) de los que se desea en conseguir y consumir es otra señal clara de que algo está fuera de control.
- También el abandono de actividades que antes eran importantes y significativas para consumir o conseguir droga.
- Experimentar ansiedad o algún tipo de incomodad física cuando no se está consumiendo y sentir que, para calmar esas sensaciones, se necesita usar drogas es otro indicador.
- Cuando las capacidades de concentración, sociabilidad y trabajo se ven afectadas por el uso o no uso de alguna sustancia, así como también, la experimentación de estados anímicos como la tristeza melancolía, cansancio y aislamiento cuando no se está consumiendo.
- La adicción física es un nivel de dependencia con clasificación clínica y se caracteriza por que el cuerpo necesita cierta cantidad de drogas (cada vez mayor) para experimentar los beneficio de la sustancia o poder funcionar con normalidad.
Qué hacer
Frente a la posibilidad o sospecha de estar en presencia de una adicción a las drogas, es importante tener muy claro que, este tipo de conducta, tiene como consecuencia significativos riesgos para la salud física y mental, impactando negativamente en la autonomía, en la libertad, en la autorrealización, en la sensación de bienestar emocional, sexual y mental y en todo el rango de relaciones interpersonales, ya sean familiares, sociales, laborales etc., disminuyendo por todo lo anterior, considerablemente la calidad de vida de las personas.
Es necesario reflexionar acerca de las conductas y comportamiento y asumir responsabilidades. Generalmente es imprescindible contar con la ayuda, en primer lugar de la familia y el círculo cercano, así como también, de un equipo de especialistas que pueden diagnosticar con certeza los rasgos y profundidad del problema, para así en conjunto con el paciente, establecer un programa de tratamiento eficaz y adecuado para las características particulares de la persona.
Especialmente en el caso de las mujeres es importante derribar mitos, estereotipos y estructuras que interfieren en los procesos de detección de estos trastornos para así poder observarlos en etapas tempranas e iniciar un tratamiento efectivo y cuidadoso de todos los aspectos de la vida de la paciente.
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